sábado, 8 de mayo de 2010

Disciplina toma 1

“ LA DISCIPLINA COMO ACTO EDUCATIVO


La disciplina es válida si educa, no simplemente si reprime o sojuzga para dar lugar a una normalidad aparente; la disciplina educadora ejercita, adiestra, forma de acuerdo con determinados principios o valores. Su resultado no se alcanza mediante acumulación de saber, sino por el ejercicio reiterado del pensamiento y de la acción; su verdadero alcance es su aporte al proceso de la socialización y la moralización del hombre. Ella y la enseñanza, como se ha dicho, integran la totalidad del proceso educativo; ambas parten de la psicología del niño (a), miran hacia la plenitud humana, hacia el hombre integralmente maduro, dotado de juicio propio y de moralidad.

Se debe formar a los alumnos (as) en el respeto a sí mismos y en el autocontrol. Una de las principales oportunidades para ayudarlos a desarrollar la autodisciplina y una conducta adecuada radica en las conversaciones personales del docente con ellos; este método da un mejor resultado en una reunión tranquila y privada, pero también se puede utilizar (brevemente) en medio de una clase cuando la conducta de alguno de sus inte¬grantes lo haga necesario.

Algunos investigadores sostienen que una teoría de la disciplina no es otra cosa que una teoría de la moral. Kant le atribuye gran importancia al concepto de disciplina, consi¬dera que la educación tiene dos sentidos: uno negativo (la disciplina) y otro positivo (la instrucción); la disciplina impide que el hombre, llevado por sus impulsos animales, se aparte de su destino en la humanidad. Ve en la disciplina el paso de lo animal a lo humano, borra la animalidad. La instrucción o cultura es resueltamente positiva: el niño adquiere hábitos y saber por la enseñanza, pero le atribuye a la disciplina mayor significación.

Para Tocino M. Alfonso (2002), una variable significativa que se debe tener en cuenta en el nivel de intervención del maestro (a) es la aplicación de la disciplina. La actitud del educador varía desde posiciones poco intervensionistas, en las que su papel es de seguimiento y orientación personal del alumno (a), hasta posiciones claramente inter¬vensionistas, en las que el maestro (a) es el protagonista y su papel es controlar los com¬portamientos en el aula y solucionar los conflictos que se puedan presentar; veamos:

1° El rol autocrático: el control por parte del profesor (a) es absoluto y el alumno (a) obedece por miedo al castigo. La relación es totalmente asimétrica y el clima de clase es de pasividad, el tipo de disciplina se correspondería con la disciplina estática analizada por Tañer (1978) y se caracteriza por la obediencia ciega a las reglas impuestas por mie¬do al castigo. La disciplina se convierte en un fin en sí misma.



2o El rol democrático: (Tañer) en este caso el control es compartido y las normas y decisiones se toman de común acuerdo. El modelo de interacción es interdependiente, simétrico. Un clima de clase donde el alumno (a) se siente cómodo, confiado, participativo, en el que realiza una interacción positiva con los compañeros y con el profesor (a), ambienta favorablemente el desarrollo socio-moral del alumno (a) y el desarrollo del proceso enseñanza - aprendizaje.

3o El rol dejar hacer: la autoridad del maestro (a) se diluye en el grupo, no existe ningún tipo de control ni disciplina y el grupo funciona en forma desorganizada y sin rumbo. El grupo no llega a conseguir los objetivos propuestos.





EXPECTATIVAS DEL PROFESOR (A)

Se ha comprobado que el grado de atención, refuerzos, aprobación y estimulación por parte del profesor (a) varía sensiblemente según el tipo de alumno (a). En efecto, la adaptación al sistema supone cumplir con un doble currículo: el oficial y otro más sutil que el alumno (a) debe aprender.

En la conformación de las expectativas del profesor (a) influyen principalmente dos factores: el primero es la clase social y el segundo, el grupo étnico del alumno (a). Los estereotipos sobre clases sociales y grupos étnicos están tan extendidos que ni los pro¬pios maestros (as) se libran de ellos (Rosenthal y Jacobson, 1968).

Pero ¿cómo se manifiesta la expectativa positiva? Generalmente, a través de refuerzos no verbales como gestos de aprobación e interés por la tarea del niño (a). La influencia de la clase social del alumno en la expectativa del profesor se nota más en los primeros años de vida escolar. Lo mismo sucede con pertenencia de grupo étnico pues se da una interacción entre la expectativa (producida por un estereotipo) y la realidad (el rendi¬miento del alumno). Cuando la realidad niega la expectativa, es fácil que el maestro rectifique. Pero cuando ambas coinciden, la situación se complica, pues la expectativa se cumple y se refuerza el estereotipo.

Otro factor que ayuda a formar expectativas es la conducta del alumno (a) en clase. En efecto, la expectativa que el profesor (a) tiene del alumno (a) depende en gran medida de la capacidad que tiene para controlarlo. Se suele identificar como alumnos (as) inca¬paces de aprender a aquellos a quienes los maestros (as) se ven incapaces de enseñar. Todos los estudios realizados muestran que el maestro (a) suele tener expectativas supe¬riores hacia aquellos alumnos (as) atentos, obedientes, colaboradores y ordenados.

Lambert (1963), demostró que los alumnos (as) que los profesores (as) estiman como modelos son percibidos como integrados, colaboradores, educados y amistosos. En otro estudio Ausubel, Schiff y Zenely (1954) encontraron que los alumnos (as) estimados por el profesor (a) como mejor adaptados, son percibidos como más competentes y per¬severantes. Toogood (1967), por su parte, comenta que los alumnos (as) bien dispuestos, colaboradores, de comportamiento intachable, son los alumnos (as) elegidos para cola¬borar en ciertas responsabilidades, tales como ayudar en la supervisión de actividades, monitoria, vigilancia, etc.





EL EJEMPLO EN LA DISCIPLINA

Como se afirmó arriba, la disciplina es el entrenamiento de las facultades mentales, morales y físicas por medio del conocimiento, el control y la ejercitación. Pero cuanto sea mejor el ejemplo que usted dé, mayor será el éxito que obtendrá en la formación de la autodisciplina.

Se proponen aquí seis cualidades que los maestros (as) deben tener siempre presentes:

1o Confiabilidad: cuando diga sí, signifique sí y cuando diga no signifique que no a menos que le demuestren que está equivocado, en cuyo caso debe admitir su error; no lo oculte.

2o Honradez: jamás mienta ni distorsione los hechos, sea honesto respecto de sus erro¬res, y sus alumnos (as) lo serán respecto de los suyos.



3o Puntualidad: realice las actividades educativas tales como las ha planificado, en el tiempo indicado, sea usted puntual como espera que sean sus alumnos (as).



4o Sensibilidad: demuestre que tiene conciencia de sus clases, del grupo en su conjun¬to, así como de sus integrantes.



5o Autocontrol: demuestre que usted ejerce el control sobre sus facultades y particu¬larmente de sus facultades expresivas, además, utilícelas con responsabilidad; cuando se presente la oportunidad, trate de demostrar de qué modo se controlan las emociones, haciéndole saber a la clase los sentimientos que le producen ciertos tipos de comporta¬miento, en lugar de dejarse llevar por esos mismos sentimientos.



6o Imparcialidad: no hay nada que más moleste a los niños(as) que la injusticia. Jamás tenga un alumno(a) preferido, aplique invariablemente las normas a toda la clase.





LO QUE DEBE HACER EL PROFESOR

Io Pregunte al alumno (a) qué es lo que está o estaba haciendo; si usted se muestra cálido y amistoso, él o ella le responderá con sinceridad.



7° Pídale al alumno (a) que opine si su conducta es buena o mala, si es útil o perturbadora, ¿es útil para él, para sus compañeros, para la escuela? ¿O es mala porque molesta a los demás?. Recuerde no sea usted quién diga las cosas, usted pregunta, él reflexiona y le responde por sí mismo. Este tipo de interrogatorio es una importante instancia de la educación de la responsabilidad.



3o Sugiérale al alumno (a) que idee un mejor modo de comportarse, un modo que le dé mejores resultados a él mismo y a todos los demás.



4o Pídale al alumno (a) que se comprometa (oralmente o por escrito) a comportarse me¬jor o que manifieste su intención de hacer o dejar de hacer lo que sea necesario.



5o No acepte excusas si el alumno (a) no cumple con su compromiso, haga que asuma las consecuencias razonables de su indisciplina.

6o No debe darse por vencido, la aceptación del fracaso no es una actitud razonable. Sin importar cuan a menudo el alumno (a) fracase, debe solicitársele una y otra vez un juicio de valor hasta que se logre la autodisciplina.





LO QUE NO DEBE HACER EL PROFESOR

Io No utilice los antecedentes de un alumno (a) en su contra.

2° No predique ni dicte cátedra, esto paraliza el trabajo mental del alumno (a), lo que interesa es conseguir que él mismo determine de qué modo ha de comportarse y lograr una disciplina autónoma.

3o No rechace al alumno (a), en cualquier circunstancia permanezca en actitud amistosa y objetiva con todos.

4° No acepte excusas fácilmente, este método es aún más desapropiado para los casos graves de conducta deficiente, tales como el robo, el engaño, provocar peleas en forma habitual, interrumpir las clases, consumir drogas o bebidas alcohólicas dentro de la escuela, etc.





ORIENTACIONES PARA UNA DISCIPLINA EFECTIVA

Aún que no lo parezca, la propia personalidad de maestro (a) puede ser el problema de la disciplina.

A continuación se presentan algunas técnicas específicas que con frecuencia ayudan a mantener un buen orden en el salón de clase, donde haya libertad para hacer las cosas:



1a Se debe ser firme pero razonable: si se muestra vacilante, inseguro y dubitativo, perderá tiempo y trabajará a medias. Un maestro (a) no necesita ser autócrata o domina¬dor para dar direcciones precisas y hacer que se cumplan.

2a No se debe gritar cuando los alumnos (as) gritan: recuerde, no se debe combatir el fuego con el fuego; en esta competencia usted siempre será el perdedor, muéstrese calmado, sereno y dueño de sí mismo. Recuerde: la mayoría de los alumnos (as) han crecido en ambientes agresivos, no combata la agresión con más agresión.

3a Se debe ser justo con los elogios pero no exagerar: la mayor parte de los niños (as) reaccionan con bastante emoción y en forma positiva ante ellos. Los elogios refuer¬zan las respuestas y las actitudes elogiadas, pero si el docente se excede en este refuerzo pierde todo su valor.

4a No se dé por enterado de ciertas actitudes: omita advertir actitudes que tiendan a atraer su atención, ellas desaparecerán de inmediato.

5a Retener en el aula: la mayor parte de los alumnos (as) detestan la este tipo de san¬ción, pero si los retiene, no los cargue con actividades de aprendizaje, empero, mantén¬galos ocupados.

6a Haga variada la actividad dentro del aula: Si los alumnos (as) comienzan a mos¬trarse inquietos y comienza el desorden por falta de interés en el tema, realice creativa¬mente una actividad dinámica y agradable complementaria al tema.

7a No soborne: es un mal criterio prometer mejores calificaciones o prebendas por me¬jorar la conducta; la siguiente vez tendrá que ofrecer más y no obtendrá resultados.

8a Trate las mentiras y los robos como problemas individuales: si la mentira es obra fantástica y bien planeada debe orientársela y si es maliciosa debe corregírsela. En cuanto al robo, si el maestro (a) sabe quien lo hizo, haga que el alumno (a) se enfrente con su culpa en privado y asegúrese que restituya lo robado.





LA RELACIÓN MAESTRO (A)-ALUMNO (A)

Como se ha venido afirmando por parte de distintos pedagogos, la disciplina es un de los problemas que resulta inseparable del proceso enseñanza - aprendizaje.



Este problema adquiere sentido y se minimiza mediante la conciliación de la libertad del educando y la autoridad del educador, se resuelve en el juego necesario y posible de normas de cumplimiento, las cuales tienen doble función: asegurar una sana convivencia y estimular la acción del educando. En la obra educativa, la autoridad del docente desempeña el papel central si se funda sobre valores y es intuida directamente por el alumno (a).

En el proceso educativo es un hecho cierto, real, la dualidad entre alumno (a) y docente, es decir, es importante que la autoridad del docente no oprima el espíritu de alumno (a) y que la libertad de éste no anule la autoridad de aquel, recuerde: los extremos son viciosos.

El maestro no debe perder ni desvirtuar con excesos y apasionamiento su autoridad; los alumnos (as) saben claramente discernir cuando procede equivocadamente. Niños (as) y adolescentes al impulso de libertad muestran cierta capacidad de obedecer o aceptar; no se trata del ciego acatamiento ni de la obediencia mecánica, sino del respeto y adhesión de la voluntad del educado.

En el niño (a) la obediencia es espontánea y en el adolescente es reflexiva; en ninguno de los dos el acatamiento exige esfuerzo y es claramente educativo. La educación eleva al hombre desde la docilidad natural de los primeros años a la consciente y libre adhe¬sión de la voluntad a la norma o dirección de interés individual y común. El educador verdadero enseña más con el ejemplo sugestivo que por coacción exterior, más por sim¬patía que por amenaza o sanción, por energía espiritual que por mando autoritario. Esta energía se manifiesta en estrategias psicológicas: una mirada serena, una advertencia oportuna, una frase persuasiva, una aprobación alentadora, una desaprobación correc¬tiva, una llamada al propio esfuerzo y a la propia conciencia en el instante oportuno y decisivo.



VARIABLES QUE FAVORECEN LA DISCIPLINA

El ambiente escolar democrático

La escuela debe preparar a sus alumnos para que sean capaces de asumir en el futuro ideas y hábitos democráticos, pero se plantea una cuestión importante: ¿La escuela debe preparar para la democracia o debe ser democrática?, ¿Debe propiciar espacios de par¬ticipación real del alumno (a) en las decisiones del aula y de la escuela? Una escuela democrática será aquella que sepa organizarse de modo que estimule la participación de toda la comunidad educativa en un diálogo común. Conviene considerar que la participación del alumno (a) en la toma de decisiones que le afectan es un fin en sí mis¬mo, porque es la expresión de los valores democráticos; al mismo tiempo, es el mejor procedimiento para alcanzar los fines propios de la tarea educativa. Las experiencias educativas de participación y autonomía son también un medio para lograr el pleno desarrollo integral del educando en el ambiente de una sociedad justa, libre y solidaria. Sin embargo, las contradicciones e incoherencias en la organización en ciertas escue¬las son evidentes; mientras se plantea como declaración de principios el desarrollo de la autonomía mediante la participación del alumno (a) en la toma de decisiones, en la práctica se fomenta la heteronimia y la dependencia.



Algunos ejemplos de incoherencia que en la escuela:

• La tolerancia: con frecuencia se propicia o al menos no se combaten decisivamente las actitudes sexistas, racistas o de competencia desleal.

• El espíritu crítico y creativo: se siguen utilizando procedimientos verbales, repetitivos y memorísticos.



• Los canales de diálogo y de acción participativa: no se tienen en cuenta los aportes de alumnos (as) y padres de familia al momento de tomar las decisiones“....

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